El divinizado Estado de Derecho
El art. 1 de la Constitución española proclama solemnemente que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho. Sin embargo, el Estado de Derecho por si solo no tiene la virtud taumatúrgica que algunos le atribuyen, ni viene a hacer de salvador de la nación, ni hace que las cosas cambien como por ensalmo... Con el nombre no basta, es necesario su aplicación efectiva y práctica cada día. Es decir, poner en marcha los mecanismos para hacerlo realidad. Además, hay quien considera que puede desarrollarse también y no solo bajo el patrón liberal, que es el que hemos conocido hasta ahora, pero eso lo dejamos para otro día.
Los partidarios del Estado de Derecho, ponen todo en manos de los juristas en vez de hacer política. Los políticos que huyen de sus responsabilidades se fabrican una buena coartada ocultándose detrás del juez. << El juez ha hablado; a él le corresponde juzgar, se trata de la ley y del derecho, no nos corresponde a nosotros tomar decisiones>>. Pero el derecho no aparece por si solo ni reina sin más en un cielo platónico. El derecho es un derecho legislado, obra de los políticos. Los políticos no pueden olvidar que ellos son los que legislan. La responsabilidad de la ley que promulgan recae sobre ellos y no pueden descargar sobre los juristas las decisiones que ellos mismos no se atreven a adoptar. Como sucede con frecuencia, creo que no es necesario ni siquiera poner ejemplos de ello.
Le ley dice: las relaciones que deben existir entre las dos partes son estas. Luego, si hay abuso o transgresión le corresponde al juez intervenir para sancionar esos abusos. Pero al juez no les corresponde decidir qué son los abusos. Eso lo define la política, los políticos en el ejercicio de su actividad.
Hemos de partir de la base de que el derecho presupone lo político y lo ético... Aunque tal vez, eso, hoy, es mucho suponer. Y aparece en el momento en el que la voluntad política busca organizar la sociedad de la forma más justa posible. Así, lo que llama la atención es que se olvide que el derecho es un vínculo o un entrelazamiento entre la moral y la política. Vínculo que flojea desde el momento en el que ambas toman caminos separados y todo se pretende reducir a a un mero procedimiento tan vacío de contenido como de significado. Así es como venimos asistiendo, desde hace tiempo, al desmantelamiento del otrora divinizado Estado de Derecho.
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