El ocaso de lo real y el triunfo de lo indirecto

  Alain De Benoist llama "burgués al rey de los signos y proletario al rey de las cosas"...

 En el artículo de Julien Freund sobre "La información o el triunfo del segundo grado", el mismo reflexiona sobre una realidad interesante y que viene a colación cuando tanto se habla de la ganadería y de la agricultura;  viene a poner  sobre la mesa (nunca mejor dicho aunque no sea la mesa para comer sino la del despacho o la de las juntas) que los agricultores representan un pequeño tanto por ciento de la población y los obreros u oficios están desapareciendo. Eso quiere decir que apenas quedan ya seres humanos que tengan contacto directo con los objetos y conozcan sus porqués. Por el contrario, los fenómenos de relaciones indirectas se multiplican en las nuevas profesiones. Hoy todo son encuestas, las noticias nos llegan a través de los medios (y quizá, por ello, podemos decir que "mediatizadas"). El género es amplio, se puede elegir. Se trata de relaciones de astucia y de seducción. La prensa juega con lo verdadero y falso porque ella misma constituye el triunfo de lo indirecto.

 Pero volvamos a la frase del inicio para pensarla bien. ¿Quién es el burgués y el proletario? Ayer y hoy, el  burgués es quien nunca ha tratado con las cosas directamente. Se ha perdido esa experiencia vital.  Si se trata con los otros hombres es para intentar seducirlos con la palabra. Vive de persuadir a los demás pues, de alguna manera, siempre resulta para el otro encantador. El proletario es quien tiene un contacto directo con las cosas. Está condenado a darles forma con las manos. Para ello, usa sus cinco sentidos. El burgués emplea el lenguaje de los signos, y como le gusta jugar con las apariencias, es un experto manipulador de los signos y de la palabra. 

 El problema es que los que tienen contacto directo con las cosas están desapareciendo y estamos asistiendo (desde hace tiempo) al triunfo del rey de los signos y de quienes los manipulan. Grandes protagonistas en este mundo en el que abundan las entelequias, que rodean como telarañas, a los que escriben, o mejor, pretenden describir lo que sucede con su varita mágica y desde la atalaya del ambiente de su casa y aledaños circulares (en torno a sí mismos, lo que hace que no salgan de su error).

 Ante este inquietante panorama, volvamos a Aristóteles y al peso de la realidad de los acontecimientos. Siendo conscientes de que el pensamiento va detrás del acontecimiento. Le sigue de cerca. Y tal vez, ayude más a pensar, leer a los "hombres muertos que hablan sobre temas vivos" que a los "vivos que hablan sobre temas muertos". Pero, sobre todo, no nos quedemos en silencio.


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