El hombre en dispersión

Ansían recuperar el espíritu de la Transición política con mayúscula aunque se haya hecho poco por mantenerla viva; también estamos hartos de oír hablar de la transición ecológica, la climática, la energética. Todo eso refleja la realidad de un hombre siempre en movimiento, ansioso por la novedad e inquieto por el resultado de la misma. Alguien en busca de cambios sin fin, y sin memoria, pues eso equivaldría a dejarnos llevar por la nostalgia de algo pasado y tal vez mejor, o al menos, más reposado. Lo que contribuye a que haya cada vez más personas desorientadas, y de pensamiento disperso... en un mundo de permanentes cambios.

 El otro día leía sobre el origen de  la diáspora como novedad en el siglo XX.  Anteriormente, era una particularidad del pueblo judío, dispersado por casi todos los países europeos, en los que llega a formar una minoría que salvaguarda su estilo de vida, sus ritos y creencias, participando en la vida económica y social de cada lugar. Pero de un tiempo a esta parte ha habido una generalización del movimiento. Así en la plaza de Italia en París, ocupada por asiáticos que mantienen su cultura, pakistaníes en Londres y en Barcelona, chinos por todas partes, puertoriqueños en Nueva York, marroquíes por toda España, especialmente en las zonas costeras.

 Antes era raro, pero hoy está generalizado. Es un fenómeno sociológicamente interesante al que hay que dedicarle tiempo y estudio pues el pensamiento va detrás del acontecimiento. La situación ha evolucionado y ni los términos ya no son adecuados... para referirse al mismo.

 Si la dispersión se multiplica, la estabilidad de las sociedades se resiente, viene a sacudir sus cimientos, a ponerlos en peligro. Se ha roto un equilibrio milenario, como en la época de las grandes invasiones, y nos cuesta trabajo comprender su alcance. Nuestra época de cambios radicales, es refractaria a la historia, preocupada por las novedades más que en comprender el acontecimiento actual y concreto.

 Una nueva mezcla de pueblos que supera el simple desplazamiento. La yuxtaposición de elementos heterogéneos solo puede suscitar una desarticulación del cuerpo social cuyas turbulencias son difíciles de dominar, más que con un sistema social que conservara, al menos, las apariencias de uniformidad.

 El político que no quiere quedarse al margen de los problemas que desorganizan la sociedad, vacila y se arriesga a improvisar medidas sobre la marcha, ya superadas por los acontecimientos en el momento de aplicarlas. Y por ello, dichas medidas devienen ineficaces. Esto aboca al político a una situación de desarraigo a merced de requerimientos intempestivos y de reivindicaciones meramente cacofónicas. 

 La crisis de autoridad no solo afecta al gobierno sino también a la oposición, tan desamparada como el poder establecido. Y todo porque la política es, en realidad, reflejo de la situación social general. Pero es más fácil negar la realidad y seguir haciendo como si nada que enfrentarse al problema. Así tenemos hombre en dispersión, huyendo de la propia realidad. Qué desazón.

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