Instinto de conservación o un instante de conversación
En un mundo que no cesa de cambiar y en el que corremos de un lugar a otro pendientes del reloj o del cronómetro (mucho más si hemos sido opositores), nos sentimos paradójicamente paralizados, bloqueados, arrastrados por la corriente de ese río que atrapa todo en su flujo y sin control sobre nuestro propio destino.
La aceleración que imprime la innovación tecnológica nos provoca un sentimiento de angustia: todo cambia a nuestro alrededor hasta hacernos juguetes de nuestras propias herramientas.
A la pasión moderna por el movimiento permanente se opone el grito de angustia que provoca ese tirón. Ante las prisas del progreso mal entendido surge la reacción silenciosa que se describe con la palabra conservadurismo. ¿Y qué es? Un movimiento de ideas poco conocido en realidad, definido por quienes lo usan para burlarse como rechazo al cambio. Así designan a quien considera que el mundo va demasiado rápido, y sano es detenerse a pensar un rato. Al que dice que el mundo ha ido demasiado lejos se le tilda de reaccionario. En realidad, no se trata de detener el movimiento ni de volver atrás sino de encontrar el sentido del cambio y de empezar de nuevo...
Para que un cambio efectivo nos acerque a algo mejor necesitamos un punto de apoyo. <<Dadme un punto fijo y una palanca- decía Arquímedes- y levantaré la Tierra>>. El progresismo ha corrompido la idea de progreso al describir el cambio como necesario por principio. Hay que reaccionar ante esta ilusión absurda y tomar las riendas de nuestro futuro pensando ¿adónde vamos por ese camino? ¿Seremos mejores, más justos? Y nos daremos cuenta de nuestra capacidad de trazar por nosotros mismos esas líneas rectas que nuestra acción da por supuestas. Más allá del criterio de la movilidad universal por utilidad o rentabilidad.
La justicia es externa al tiempo, y en sus principios fundamentales, ajena al movimiento. Es eterna. Y lo mismo sucede con el bien, la belleza, la felicidad o la paz. Definir cada una de las realidades, es un proyecto inacabable. Pero son puntos de referencia. Piedras que permiten cruzar un río desbocado.
De Heráclito y su universo en el que todo cambia, los sofistas extrajeron la idea de que el lenguaje nunca encuentra nada estable que describir o donde apoyarse, y puede ser empleado por mera eficacia retórica, dejando a las palabras vacías de contenido. Sin embargo, la realidad, la verdad, es un punto fijo a la que dirigir nuestro pensamiento y palabras, y la filosofía reconoce a esa verdad algo que escapa al tiempo, a las variaciones de humor, a las modas pasajeras, o a los cambios sociales. Solo ese punto fijo puede dar sentido a la palabra y a la acción humana. Sucede especialmente en el campo de la política. No obstante, la justicia no cambia con las encuestas ni con las prácticas comúnmente admitidas. Por ejemplo, la esclavitud ha sido practicada y nunca ha dejado de ser una injusticia.
El título de una conferencia pronunciada en 1951 por Heidegger: "construir, habitar, pensar" muestra hasta qué punto la conciencia se mezcla con la materia para formar aquello que nosotros llamamos mundo, un mundo habitable, el mundo que conviene al ser humano.
Ningún ser humano tiene solo la necesidad de un techo sino de una morada, un lugar en el que reecontrarnos, que se convierta en un sitio familiar, en punto de referencia para organizar nuestra vida en torno a él. La casa es ese centro construido con amor y por la libertad, la memoria y la experiencia alrededor del cual se organiza la conciencia del mundo.
Somos sujetos que establecen a través de su memoria, mediante su pensamiento, esos puntos fijos singulares en los que se enraízan nuestra vidas.
A la pasión por el movimiento no puede oponerse la pasión por la inmovilidad sino la sabiduría del discernimiento que consiste en hacernos preguntas y en buscar fórmulas que detengan ese flujo inacabable. Y es que toda aceleración, si es continua, engendra deseos de estabilidad... y de un lugar donde Permanecer y reposar. ¿Acaso no es eso echar raíces?
Sí, fluir, fluir... no tan rápido y dando tiempo al sentido de ese avanzar que es, sin saberlo, añoranza de llegar a... casa, a una morada que acoja la permanente sed humana. Que dé sosiego y raigambre y anchura al inquieto corazón.
ResponderEliminar