El PP de Feijóo en busca de sentido
He leído la entrevista que el periódico ABC hace a Alberto Núñez Feijóo, flamante nuevo presidente del PP, coronado en Sevilla, en plena Fiesta de la Primavera según un lanzado Juanma Moreno, su principal valedor (no digamos lanzador que nos recuerda a épocas pasadas o en digestión). Y tras hacerlo, me quedo con dos cosas.
Aun no siendo el efecto pretendido, en sus palabras subyace la idea de que Feijóo ha intentado salvar los muebles, pero hasta ahora solo ha conseguido moverlos, sacarlos para ganar espacio en la séptima planta de la sede popular en Génova. Eso sí, con ello ha dejado un despacho impoluto, vacío, casi sin ocupar. Como de convidado de piedra. Quizá para adaptarse a su nueva situación en tierra de nadie o en el Senado, hasta ahora, retiro dorado después de toda una trayectoria salvo excepciones. Algunos dicen que no le ha dado tiempo aún a hacer o deshacer, otros que quiere representar esa neutralidad institucional que ha desaparecido del mapa español con el radicalismo sanchista, aunque resulte algo forzado y descafeinado. Hay quien ve ahí un nuevo intento liberal de apostar por la neutralización de las identidades, pero esto último no sería creíble en alguien que todavía no se ha quitado la boina aunque ambiciona asaltar el suelo español, empezando por el madrileño... Solo el cielo lo sabe.
A mi modo de ver lo más llamativo de la entrevista fue lo que puede llegar a interpretarse como un recadito a Teodoro García Egea, a cuya bici al menos, parece que le enseñan la puerta de salida. En realidad, solo pusieron énfasis en sacar a la calle la bicicleta estática con la que entrenaba el rocoso ex dirigente popular entre llamada y llamada; no obstante, la imagen que deja es la de una forma característica de hacer política: moviéndose en bici estática... Tal vez, eso explique el viaje cansino al centro de ninguna parte en el que está inmerso el partido popular desde tiempo inmemorial. Si fuera un viaje al centro de la tierra, podríamos hacer una nueva película. Sin embargo, este es un movimiento sin fin, de proporciones casi bíblicas, y sin salir de Génova... en un vano intento de contrarrestar el socialismo en su doble vertiente zapateril y sanchista y sus siete plagas podemitas (y sumando). Pero una vez más, solo el cielo lo sabe.
Sería una buena noticia, en todo caso, si no se quedara en una imagen y fuera la confirmación desde las alturas del rechazo a esa vieja forma de hacer política, de moverse sin hacerlo o sin sentido, y el partido afrontara el futuro sin la carga de la culpa acomplejada, no solo centrado en la digestión tras el atracón popular de votos, y con la fuerza suficiente como para llamar a las cosas por su nombre y hacer los ajustes necesarios en un sistema que se abre por las costuras... Feijóo, en el fondo, lo sabe. Y España entera aguarda.
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