Crónica de un viaje por la Rusia imperial

 Les voy a hablar de la obra de un aristócrata francés del siglo XIX, el Marqués de Custine, publicada inicialmente como una serie de cartas en 1843 y bajo el título de La Russie en 1849. Escrito antes del desarrollo de la moderna sociología científica cuyo logro ha sido oscurecer la importancia de la conciencia humana, en él analizó la sociedad rusa desde la psicología. Y cualquier parecido con la realidad, hoy,  como se dice al principio de una serie, es pura coincidencia...

El Marqués es conocido particularmente por el relato de su visita al Imperio RusoCustine estuvo en Rusia no más de tres meses. No hablaba ruso. Había leído libros sobre Rusia pero no era un experto en asuntos rusos. Aún así, el libro que escribió fue tan detallado que el exiliado Alexandre Herzen lo consideró el mejor libro nunca escrito sobre el particular y lamentó que solo un extranjero fuera capaz de hacerlo. 

 El autor tenía el talento de extraer el significado psicológico y social de pequeños acontecimientos que a otros pudieran parecer insignificantes. Por ejemplo, la policía de fronteras le sometió al llegar a Rusia a una inspección minuciosa, como nunca antes había experimentado, y lo describió diciendo que <<cada uno de esos hombres cumplía con su deber con un rigor, con un aire de importancia únicamente destinado a dar realce al más oscuro de los empleos>>. Subrayó <<casi como si dijera: Apártese; yo soy uno de los miembros de la gran máquina del estado>>. Custine los describía como <<incómodos autómatas con alma>>, por no decir desalmados, una descripción que se ajusta, a la de todos los burócratas temerosos de perder sus trabajos porque son los mejores conocedores de que el poder es arbitrario y centralizado como lo era en Rusia. Su venganza era la venganza de los hombres obligados a comportarse como máquinas, una venganza no sobre el autor de su servidumbre, sino sobre aquellos que sienten que están bajo su extremadamente limitado poder.

 La educación y la historia familiar de Custine habían contribuido a su agudeza y capacidad de juicio. Su abuelo era una aristócrata liberal que llegó a ser general en el ejército revolucionario, pero fue guillotinado por los jacobinos por no ser suficientemente devoto a la causa. El padre de Custine también fue guillotinado al intentar defenderlo. Su madre fue excarcelada por considerarla enemiga del pueblo al haber intentado salvar a su marido, escapando por poco de ser ejecutada debido a que uno de los fanáticos revolucionarios que la arrestó se enamoró de ella. Astolphe de Custine fue cuidado por una criada leal en una habitación de la casa familiar que no había sido saqueada o expropiada por los fanáticos jacobinos ni por los ladrones. Tal trasfondo iba a esculpir a un hombre consciente de las profundas corrientes subterráneas de la vida, y que difícilmente se dejaba llevar por las apariencias. Los males de la envidia y del odio, disfrazados de idealismo humanitario, habían oscurecido su vida desde el inicio, dándole la forma de un hombre despierto para investigar la realidad expresándola con acertadas y finísimas observaciones.

Leyendo a Custine uno se da cuenta de que la invasión del comunismo no solo fue la de una ideología sino la de una cultura política completa: la cultura del despotismo ruso que estableció la bases para el desarrollo intelectual y sirvió como un ejemplo práctico para el totalitarismo marxista. Sin el prólogo del despotismo zarista, el marxismo no habría triunfado en Rusia. Y sin la Revolución Rusa, cuyo éxito fue tal que muchos extranjeros intentaron imitarla, los regímenes marxistas se habrían establecido a lo largo del mundo en menor medida.

Custine comprobó que la tendencia a engañar y ser engañado yace en el fondo de los problemas de Rusia. Pronto, la incapacidad para decir incluso la verdad más evidente pervirtió las relaciones humanas y las propias instituciones. Y, por supuesto, la mentira, se convirtió en el fundamento de todos los regímenes totalitarios del siglo XX, sin la cual no habrían sobrevivido.

El único camino para cerrar el círculo era mentirse a sí mismo y dejarse engañar cuando otros no mienten, no ver el mal, no escuchar el mal y no hablar del mal incluso cuando el mal abunde. Como consecuencia de ello, se produce <<un silencio más terrorífico que el propio desastre>>, pero el silencio no solo abarcaba a los acontecimientos de la época sino que se extendía retrospectivamente en la historia. Un noble ruso, el Principe Peter Koslovsky, había advertido a Custine, antes de su llegada a Rusia, que en su país << el despotismo no solamente tiene que ver con ideas y sentimientos, sino que también remodela los hechos. Se declara la guerra con la absoluta seguridad de ganar en la batalla. El poder del Emperador llega más allá que el de Dios porque Dios únicamente fabrica el futuro mientras que el zar remodela el pasado>>. La experiencia de Custine, repetidamente, demostró esta luminosa verdad.

El aristócrata francés se daba cuenta de la violencia que esta modificación de la historia provocaba en la mente de las personas y las consecuencias que tenía para su carácter y comportamiento. La necesidad de mentir siempre y evitar siempre la verdad privaba a todo el mundo de lo que Custine denominó <<los dos más grandes dones de Dios, el alma y la lengua en la que esta se expresa>>...



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